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Prefacio
Habiendo puesto muchos de entre los romanos (incluso hombres de dignidad
consular) las gestas de Roma en
historias por medio del extranjero idioma griego, ya por emulación de la
gloria, ya por la variedad y la novedad de la empresa deleitado, un hombre
de antigua elocuencia, Pompeyo Trogo, compuso en lengua latina las historias
griegas y de todo el orbe, para queasí como las nuestras en griegotambién las griegas en nuestra lengua leerse pudiesen; obra, en fin, de
grandeza de ánimo.
Mas así como habiéndose ocupado la mayor parte de los escritores de
las gestas de un solo rey o pueblo se reputa su obra como de un arduo
trabajo, ¡cuánto no ha de serlo, entonces, para nosotros la hercúlea audacia
de Pompeyo de atrevérsele al orbe de las tierras, y en cuyos libros se
contienen las gestas de todos los siglos, reyes, naciones y pueblos!
Así, con todo aquello de lo cual los historiadores griegos se ocuparon
separadamente (según a cada cual le fue cómodo) y omitidas las cosas que no
venían al caso, compuso Pompeyo tomos divididos por el tiempo y la
sucesión de los acontecimientos.
De cuyos cuarenta y cuatro volúmenes (pues todos publicó) tuve, con
ocasión del ocio que pasara en la ciudad, el dignísimo conocimiento, de
suerte que de ellos forméomitiendo las cosas que ni por el alegre placer
de conocer ni por su ejemplo eran necesariasun breve florilegio, para que
tuviesen, quienes ya las hubiesen aprendido en griego, con qué recordarlas;
y quienes no, con qué aprenderlas.
El cual florilegio a ti no tanto por que le conozcas cuanto por que le
corrijas te envío, al par que de mi ociode cuyo fruto el mismo Catón piensa que ha de
devolversete conste el empleo.
Me basta, pues, al presente tu juicio. Que en los venideros, cuando
haya perecido la envidia de la maledicencia, seré juzgado por el testimonio
de mi industria.
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